Me parece a mí que será un experimento. Pero querría sacar a la luz (no sé a cuál, porque no sé ni cómo se puede acceder al blog sin ser yo mismísimo con nombre y contraseña) una serie de relatos, o más bien prosas jocosas, que con el nombre de El editor inverosímil empecé hace tiempo. Se trata de la biografía de Benjamín Durán, un tipo al que conocí hará unos veinte años y que merece un capítulo aparte en la lista de los artistas del despropósito. Sólo puedo dar fe de su vida a trozos, de ahí la forma de cuentos que va a tener este texto. Y para dar una idea aproximada de su genialidad, sólo diré por ahora que ese hombre fue el inventor del libro volador; que se atrevió a publicar (sin margen de beneficio) a todos lo poetas fonéticos del mundo, sin reparar en el propio esfuerzo pulmonar ni en las infinitas lenguas de los poemas; y que fue pionero en la cirugía estética aplicada a la literatura (ni más ni menos, capaz de ofrecer un servicio con tal garantía que yo le vi convertir a un aspirante a Vila-Matas en Vila-Matas en una sola sesión).
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